jueves, 17 de junio de 2010

mi experiencia desde una silla

Aprovecho la oportunidad de poder escribir en este blog para compartir con todos vosotros mi experiencia durante un par de meses donde casi sin darme tiempo a pensarlo, tuve que ver la vida desde una silla de ruedas. Durante los dos meses que duró la recuperación de una operación.
Fueron muchas las situaciones que viví, las sensaciones, los enfados por los que pasé y los sentimientos que tuve. Pude comprobar en propia carne las dificultades que la ciudad tiene, sus calles, los comercios más necesarios, los transportes, las situaciones de insolidaridad… y también comprobé que existen lugares donde si se tiene en cuenta la necesidad de algunas personas.
Por supuesto necesitaba siempre a alguien que me empujara y a ser posible que tuviera fuerza para poder subir las aceras. A veces confieso que me daba la sensación de que me iba a caer de lo que había que volcar la silla para salvar algunos “precipicios”.
Comprobé que cuando hay que buscar la parte de la acera que está rebajada, hay que hacerlo en la mayoría de las calles por la calzada con el peligro que supone o que organices un atasco con los coches detrás de ti.
He tenido la enorme suerte de que mi familia, mi marido, siempre ha estado alguien conmigo, porque he sido una persona totalmente “dependiente” para moverme y salir de casa. No podía hacerlo sola, no podía llegar a la parada de un autobús, el metro no tiene ascensor, siempre me he tenido que mover en coche, mi silla no la podía manejar yo, la tenía que empujar alguien.
Fuimos a varias exposiciones, tienes posibilidad de acceso preferente, eso está muy bien. Pero me di cuenta que a veces no llegaba a leer algunos carteles porque estaban demasiado altos. Nunca me había dado cuenta de ello hasta que no he ido en silla de ruedas.
No puedo decir lo mismo de la exposición que organizó el Museo del Prado en el bulevar central del Paseo sobre el traslado de todas las obras del fondo del museo durante la guerra civil a Valencia. Pude leer todos los carteles, sorprendentemente estaban a mi altura y no necesité que mi marido me fuera leyendo lo que estaba escrito. A lo mejor sólo fue necesario para hacer accesible la exposición que alguien de la organización tuviera la suficiente sensibilidad para pensar que puede existir alguien que necesiten otras alturas. Así de fácil. Gracias desde aquí a quien lo hiciera pues pude disfrutar de la información y de la exposición.
Otra experiencia que me gustaría compartir fue mi paseo en el Jardín Botánico de Madrid. La acera más próxima a la entrada sí está rebajada pero hay hasta la puerta de entrada un camino de adoquines, muy estético pero del que no tienes escapatoria. La silla vibra tanto que es imposible no sentir que se te ha agitado hasta el cerebro o que pueda alguna rueda quedarse en el camino. ¿Es tan difícil hacer un camino plano del ancho de una silla?. Escribí una carta al ayuntamiento sugiriéndolo pero hasta ahora no me han contestado y que yo sepa no han hecho el camino.
Quien conoce al Jardín Botánico sabrá que es uno de los paseos más agradables del centro de Madrid, sobre todo en primavera. Algunas partes no las pude disfrutar porque donde el seto estaba a mi altura en la silla de ruedas, no me permitía ver lo que había detrás, dentro de los parterres.
Ha sido una experiencia que me ha hecho vivir dificultades en las que antes no había pensado, ahora no me pasa nada desapercibido, me fijo sin querer, en el transporte, los almacenes, las calles en obras, el tamaño de las aceras, los huecos para cruzar entre coches… Fue una vivencia y un aprendizaje no sólo para mí sino también para mi familia. Nos sentimos ahora partícipes de la responsabilidad de hacer accesible la ciudad y la vida.

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